Siempre me gustó montar a caballo.
Había montado en la niñez, pero después, los problemas, el cada día, el criar y el medrar, consiguieron que casi me olvidara de ello.
Entonces un amigo vino con un planazo: nos íbamos a unir a un grupo de jinetes que venían haciendo “La Ruta de Almanzor”. Se trataba de una recreación del último viaje del caudillo moro. Un viaje a caballo desde La Rioja hasta Medinaceli.
Nos apuntamos cuatro amigos con tres de nuestros hijos y resultó una experiencia muy divertida. El grupo disponía de disfraces y a la entrada de los “moros” en los pueblos, nos esperaban los vecinos y las autoridades locales, que nos recibían y agasajaban con notable hospitalidad.
Poco tiempo después, volvíamos de cazar en Burgos y casualmente vimos un picadero que anunciaba rutas a caballo. Mi amigo y yo nos miramos y no fue necesario hablar. Entramos, charlamos con el encargado y nos contó cosas que a ambos nos convencieron. Terminaba la primavera y a lo largo del verano nos organizamos para empezar a montar con el inicio del curso escolar.
Salíamos al campo cada domingo. Paseo, almuerzo al aire libre y regreso. A veces salíamos solos, pero pronto se nos unieron otros devotos de queso, chorizo y bota de vino.
En nuestras salidas comenzamos a familiarizarnos con el entorno. Inicialmente tomábamos grandes puntos de referencia, pero poco a poco comenzamos a reconocer sendas, veredas y trochas.
Mientras todo esto ocurría, íbamos asentando nuestros conocimientos hípicos, desde el simple manejo a pie, hasta la equitación que cada uno llevábamos dentro, pasando por la resolución de problemas cotidianos cuando uno viaja a caballo: una herradura arrancada, una rienda o una ación que se rompen, o incluso recuperar un caballo que escapa en un descuido del jinete.
Las distancias recorridas se iban incrementando paulatinamente. Ya no era suficiente montar dos o tres horas, queríamos más.
Y de algún lugar brotó una idea que nos hizo soñar, sufrir y disfrutar a partes iguales: Íbamos a cabalgar “El Camino de Santiago” en su versión sanabresa !
Pero eso… es otra historia.
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