martes, 2 de agosto de 2016

Travesía de Gascones a Cantalejo




Hace casi 30 años Santos García “Tormentas” y dos amigos organizaron una ruta para explorar a caballo las sendas y caminos del norte de la sierra de Guadarrama. Desde entonces y con la incorporación de caballistas de la zona de Cantalejo no han fallado ni un año, habiendo realizado travesías por buena parte de esta amplia zona de Segovia. Diferentes rutas que les han llevado a recorrer desde la vertiente madrileña de la sierra, de Soto del Real, atravesando el valle del Lozoya, hasta la Serrezuela o Maderuelo, al norte de la provincia de Segovia.

Este año Tormentas y Víctor Martín se encargaban de la organización de la ruta. A los caballistas de Cantalejo se le sumaron otros de Vellosillo, El Olmo y Boceguillas pertenecientes a la Asociación de Caballistas del Nordeste, en total catorce aventureros.

Primera jornada

Siete y media de la mañana. Varios remolques con caballos se encuentran a la salida de Gascones, un pequeño pueblo serrano situado a tres kilómetros de Buitrago del Lozoya. Parece que va a ser un día caluroso. Desde la época de la reconquista en la Edad Media, toda este territorio pertenecía a la Comunidad de Villa y Tierra de Sepúlveda, situación que duró hasta finales del siglo XIV, cuando crearon la Comunidad de Villa y Tierra de Buitrago, que ocupaba aproximadamente lo que hoy en día se conoce como la Sierra Pobre de Madrid, que abarca una superficie que va desde Somosierra hasta El Atazar, incluyendo todo el valle del río Lozoya. Parece increíble el poderío que ostentaba nuestra querida ciudad de Sepúlveda.

Zarpamos dirección oeste utilizando varias sendas conectadas que llevan hasta la falda de la montaña, donde accedemos a la dehesa. Descanso y almuerzo campero en un bonito arroyo, en el que ya habían pernoctado en anteriores rutas. 

Comienza el ascenso de la montaña por caminos forestales entre densos bosques de pino Valsaín y un fuerte olor a sierra. Bajo un intenso sol, llegamos a un punto donde un impresionante cortafuegos pone a prueba la fortaleza de los caballos, que sin excepción consiguen coronar la cima. Siguiendo la cuerda, por la vertiente madrileña de la sierra, llegamos al puerto de Navafría, donde nos espera Borja con ricas provisiones y bebida fría. Siesta y risas. 

Seguimos la ruta. Toca descender hacia la tierra de Segovia. Pasamos por el Chorro y las piscinas naturales del río Cega, llenas de ruidosos turistas que se asombran al ver un grupo de caballos descendiendo desde la sierra. 

En Navafría, un prado con hierba fresca para los caballos, el prado contiguo para dormir los caballistas. Cenamos un exquisito cochifrito, plato estrella del restaurante Lobiche. No existe mejor hotel que dormir al raso, bajo las estrellas y la brisa de la sierra, mecidos por el retumbar del suelo provocado por los sinceros galopes de la improvisada manada de caballos.

Segunda jornada

El amanecer sorprende a los caballos que se han emparejado fruto del azar y de la convivencia de una noche. Los relinchos resuenan como un eco lejano en pueblo de Navafría, recordando tiempos atávicos. Una suave capa de rocío empapa los pertrechos del grupo extendidos bajo el resguardo de un muro de zarzas en el prado.

Siete de la mañana. Aparejando los caballos. Partimos rumbo noroeste hacia el recoleto pueblo de Torre del Val de San Pedro, utilizando un tramo de la Cañada Real Soriana Occidental, por el tramo que se denominaba la Cañada Real de la Vera de la Sierra antiguos caminos por los que transitaba el ganado trashumante.

Estamos en los antiguos territorios de la Comunidad de Villa y Tierra de Pedraza, otra de las míticas comunidades castellanas, llenas de épica y leyenda. Tierras de hombres fuertes y austeros, dispuestos siempre a defender su libertad frente a cualquiera que pretendiera arrebatársela. Entre dehesas de encina, roble y sabina, llegamos a las ruinas de la Iglesia de San Justo y Pastor, melancólico monumento de la vida de otros tiempos, haciendo una pequeña parada. Pasamos La Mata y alcanzamos el pueblo de Cubillo. 

Variamos el rumbo a nordeste, para atravesar el espectacular y salvaje cañón del Rió de Santa Agueda, donde los jinetes tienen que superar varios pasos complicados. Tensión y fuerte subida de adrenalina. Así llegamos a Pajares de Pedraza, donde desemboca en el brioso río Cega. Llaman la atención las escolleras que han hecho para prevenir las avenidas del río. En Pajares nos espera un almuerzo reparador. Comentario de la jugada, anécdotas y más risas, que vamos sumando en la travesía.

Partimos volviendo a rumbo noroeste, siguiendo la vega del río Cega, que nos lleva hasta Puebla de Pedraza, donde los vecinos están tomando el aperitivo en el bar del pueblo, al que nos sumamos entre muestras de aprecio a los caballistas, a la vuelta de las tradiciones, de aquellos tiempos no tan lejanos en los que hombre viajaba y vivía de forma más lenta, utilizando la paciencia y la tracción animal. 

Entramos en la sobria estepa del cultivo del cereal. Atravesamos cárcavas y rastrojos, llegando a Cabezuela y Cantalejo. Han sido 85 kilómetros de ruta. Despedidas y nostalgia de la siguiente aventura. 

Os dejamos algunas fotos y un vídeo que ha montado Carlos Martín Arranz, de 13 años, el caballista más joven del grupo.









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