Cuando cae el sol, un grupo de caballistas parte de Boceguillas, rumbo a Fresno de Cantespino. Es noche de luna llena, el acontecimiento astronómico que marca buena parte de la vida de nuestro planeta, acelerando la actividad de todos los seres vivos.
Pasado el pueblo de Aldeanueva del Campanario, cuando se une al grupo los caballistas que vienen de Grajera, aparece una hermosa luna roja por el horizonte. El plenilunio o luna llena es la fase lunar que sucede cada veintiocho días, al completarse el ciclo lunar, en el momento en el que la tierra se encuentra situada exactamente entre el sol y la luna. El hemisferio visible de la luna alcanza su mayor iluminación. En el orto y el ocaso, el reflejo del sol sobre el satélite lo ilumina con una intensa luz roja anaranjada.
Las fases lunares han sido la base para la creación de los calendarios de la mayor parte de las culturas antiguas, desde los mayas, a los celtas, el islam, el hinduismo o el calendario chino, las que han marcado las labores del campo o la mareas de mar. En la cultura occidental, la luna de agosto se denomina también como la luna llena roja o la luna del grano.
Iluminando robles y pastos la luna asciende lentamente amparada en el sonido de las herraduras en el camino. Así alcanzamos Aldeanueva del Monte donde ponemos rumbo a Prado Pinilla. Nos espera una buena cena. Tras la fraternal comida, volvemos a los caballos. Ahora la alta luna ilumina el campo en una escena casi demasiado real, plateada, intensa.
Tomamos la angosta senda que lleva al pueblo de Turrubuelo. Lagunas, los sonidos de la noche, el fresco de las noches de agosto en Segovia, sentirse vivo, sentir los latidos de la tierra, disfrutar con los amigos, la fertilidad de las lunas llenas. Llegamos a Boceguillas en silencio. Hay que llevar los caballos a las cuadras. Hasta la próxima luna de agosto.
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