Siempre he querido vivir en el pueblo, no me gustan las grandes aglomeraciones, por ello tras terminar la universidad se me presentó la oportunidad de empezar mi vida laboral en mi pueblo natal, y sin dudarlo hice las maletas de la gran urbe y me marche. Al principio, como todo, las cosas marchaban bien.
Un par de años más tarde, mi vida se había convertido en una rutina, pero mi juventud pedía algo más, necesitaba algo que llenase mis días.
Todo el mundo cree que en el pueblo se vive muy bien, y no lo discuto, pero aquel proyecto que comencé con mucha ilusión se había convertido en mi mayor quebradero de cabeza, algo amargo.
Fue entonces cuando retome la equitación, desde pequeña la había practicado y me servía para evadirme y tener la mente liberada de preocupaciones, algo que en ese momento necesitaba, un par de rutas por el campo en primavera me sirvieron para darme cuenta de que quería más.
Comencé a dar clases de equitación, y así poder entender y conocer al caballo, por supuesto seguí con las rutas por el campo, pero ya no eran un simple paseo, ahora había sensaciones.
Comencé a dar clases de equitación, y así poder entender y conocer al caballo, por supuesto seguí con las rutas por el campo, pero ya no eran un simple paseo, ahora había sensaciones.
Y cuando todas esas sensaciones estaban en plena floración llegó él, Zocato, desde la primera vez que le vi, supe que le necesitaba, que quería que se convirtiera en algo más, que no me valdría con tocarle a través de una puerta.
Para mí era un gran reto, otra vez, otro reto, nunca me había planteado tener un caballo, y menos un potro de pura raza español. Sin pensarlo me deje llevar y arrastrada por un cúmulo de sensaciones lo hice.
Han pasado varios meses desde ese momento y poco a poco nos vamos conociendo, nos vamos acercando un poco más.
Aún no le monto, soy algo miedosa, pero creo que entre nosotros ya se ha creado un vinculo, para ambos todo es nuevo y todo nos asusta.
Ahora puedo decir que no me arrepiento de aquella primera decisión, porque me ha llevado hasta aquí, hasta él. Cuando era pequeña y oía hablar a la gente de sus caballos, de cómo les querían, de que hacían que todo fuera bien, que sentían su cariño…yo no me lo creía, pensaba que eran unos exagerados, pero ahora, ay! Ahora…. Les entiendo…como les entiendo, aquello que antes estaba vacio en mi vida, ahora esta más que lleno, pensar en cuando pueda salir de ruta con él, en cuando realmente seamos uno…me sale sola la sonrisa.
Mi Zocato, mi príncipe, hace que mis días sean más dulces.
Alba, emocionante relato. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarGracias! Ya os contaré la segunda parte!
EliminarGracias! Ya os contare la segunda parte!
ResponderEliminarEsperamos conocer la continuación. Saludos Alba.
EliminarQue bonita historia Alba, veras como mas pronto que tarde estaréis disfrutando el uno del otro por los campos segovianos.
ResponderEliminarSeguro que si!
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