Hoy, en el curso infantil de equitación que imparto con Ángel Águeda, en La Hípica, ha tocado la sesión de “Relación con el caballo”. La tenía preparada desde hace tiempo, la había mimado mucho, cuidando detalles y eligiendo bien el momento y al animal.
En noviembre recibí un curso de coaching con caballos que me dejó tan encantada que sabía que probaría pronto alguna de las actividades aprendidas. Ha sido algo muy sencillo, “sólo” tenían que conseguir que el caballo les siguiera. Sin ramal, el caballo suelto en un picadero. Han sido seis niños de 5 a 9 años los que, cada uno en su turno, se han acercado al caballo y han conseguido que por unos instantes el caballo sólo estuviera atento a ellos, a sus pasos, a su dirección y a su ritmo.
Hay que estar muy atenta, pasa tan rápido que si estás distraída no lo ves, pero yo no les he quitado ojo y lo he visto. He visto esos segundillos de felicidad infinita que han sentido, esos segundillos en los que Tordilllo ha sido suyo. Se ha dejado guiar, les ha seguido, se fiaba, se han mostrado de tal manera delante suya, con el liderazgo necesario y con la humildad del que sabe que tiene delate a un ser de naturaleza completamente distinta a la suya y que no sabe qué va a pasar, que el caballo ha caminado detrás suya haciéndoles líderes, devolviéndoles un poco del amor que ellos le habían entregado en el primer acercamiento para hacerse amigos antes de echar a andar en alguna dirección.
Como digo, es un ejercicio muy sencillo, pero hoy esos niños ya no son lo que eran ayer. Y ese caballo tiene el cariño de 6 niños a los que ha hecho feliz. Todos hemos crecido hoy un poco más con este “juego”. Para mí ha sido increíble, aun escribiéndolo se me eriza la piel.
A nivel ecuestre es muy rico fomentar la relación con el animal pie a tierra. Además, en esta ocasión hemos elegido a un potro de 6 años para que los niños comprobaran que cuando a un caballo se le aplican las 2 o 3 reglas de oro responde como los demás.
A nivel educativo es un ejercicio muy potente. Ver cómo cada uno se acerca al caballo a su manera, le toca o no, le habla o le susurra, le mira a los ojos o mira al suelo, le espera al caminar o toma la decisión de caminar sin dudas, ver si el niño insiste y vuelve a por el caballo o si se rinde porque no se ve capaz. Se pueden sacar multitud de formas de enfrentarse a los retos, de proyecciones, de maneras de entender las relaciones.
El mundo de los caballos es apasionante. Compartirlo para crecer juntos es una experiencia que nos cambia profundamente.
Gracias, de corazón.
Publicación original en el blog de Centro Ecuestre La Hípica (Grajera, Segovia)
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