lunes, 10 de julio de 2017

El camino Lebaniego a caballo por la ruta castellana




En la edad media se desarrollaron varias rutas de peregrinaje en Europa  a los lugares santos de la cristiandad. Jesusalen, Roma y Santiago de Compostela son los destinos más conocidos, pero en aquellos tiempos existía un lugar con la misma importancia, se trata del Monasterio de Santo Toribio de Liébana, fundado en el siglo VI por eremitas, ermitaños que se alejaban del mundo y se entregaban la vida contemplativa. Durante el siglo VIII el cuerpo de otro obispo, Toribio de Astorga, fue trasladado al monasterio junto con las reliquias que se cree habían traído de Tierra Santa. La más importante de estas es el Lignum Crucis, el trozo de la cruz de Cristo más grande que aún perdura según la Iglesia Católica. En 1512 el papa Julio II otorga, mediante bula, el privilegio de celebración del Año Jubilar Lebaniego, lo que asentó el monasterio como un importante centro de peregrinación.

Recientemente varias instituciones públicas están tratando de organizar el camino Lebaniego al estilo de la estructura actual del Camino de Santiago, un fuerte vector para el desarrollo de una economía sostenible en el entorno rural de Galicia. 

Juan Antonio Cascales y Fernando Isidro nos propusieron a varios caballistas del nordeste segoviano realizar una de las rutas del camino Lebaniego que ha sido recientemente marcada por la Junta de Castilla y León, la Ruta Castellana. Con gran entusiasmo formamos un grupo de cinco jinetes, embarcamos a los caballos en Cuéllar, Vellosillo y Riaza, y nos dirigimos al punto de inicio de la aventura, la abadía cisterciense de San Andrés de Arroyo, en Palencia, a unos ciento y pico kilómetros de Santo Toribio. Las cinco religiosas de clausura, únicas habitantes de la abadía, nos recibían con júbilo, emocionadas al alojar por primera vez en décadas a peregrinos a caballo, pernoctando en el interior de la abadía-fortaleza.


Al día siguiente comenzamos la travesía siguiendo los postes indicativos del camino Lebaniego, que nos lleva por la dura estepa castellana, de pueblo en pueblo, hasta adentramos en la región de los Montes Palentinos, pasando por Cervera del Pisuerga. Continuando hasta el embalse de la Requejada, nos damos un baño en la frías aguas del embalse y nos adentramos en la espesura del bosque, atravesando una zona que tenemos que realizar un par de kilómetros pie a tierra debido a la gran dificultad, con pasos verticales de más de un metro de altura al borde de un precipicio. 

Pero esto solo era el principio de la aventura. Tras bordear el embalse, desaparecen las marcas del Camino Lebaniego y las sendas. Tras un rato de estudio del mapa y tras situar con precisión los puntos cardinales, decidimos continuar a rumbo campo a través. Guiados por el sol del atardecer, atravesamos varias colinas de alta montaña, que nos llevan hasta el bosque fosilizado y nos permite coronar una cima desde la que visualizamos nuestro destino para hacer noche, en San Salvador de Catamuda, justo antes de valorar hacer noche al raso si no enlazábamos correctamente la ruta. 

Cansados tras 60 kilómetros de ruta por terrenos agrestes, hacemos balance de daños. Tres caballos han perdido una herradura, uno de los jinetes ha sufrido un accidente en la zona de pie a tierra y tiene un fuerte golpe en el costado, y los que se han bañado en el embalse tienen todo el material de viaje calado de agua. Cena, comentada de la jugada y a la cama pronto para recuperarnos. Los caballos hacen noche amarrados en un prado donde se celebra la feria ganadera del pueblo. 

Al amanecer colocamos las herraduras, arranchamos a los caballos y partimos hacia el norte. Nos espera una etapa por una zona de montaña absolutamente salvaje, sin prácticamente poblaciones humanas. Valle tras valle vamos siguiendo los postes del Camino Lebaniego, hasta que nos encontramos con la misma situación que el día anterior, donde perdemos el sendero y volvemos a decidir seguir a rumbo campo a través.

Subimos un hayedo con una pendiente pronunciada que nos lleva a un paraje mágico, formado por prados de alta montaña, bosques impenetrables y manadas de caballos salvajes, que sorteamos con prudencia, vigilados de cerca por los garañones que van recogiendo a sus yeguas y potros ante los inesperados visitantes. Tras varias horas en medio de la nada, disfrutando de una naturaleza indómita y sin tocar por el hombre, conseguimos enlazar con la ruta que nos lleva hasta el límite de la comunidad autónoma. 

Entramos en Cantabria por el Valle de Caloca. La vista es impresionante, pequeños pueblos con casas de piedra y madera, colgados en medio de las montañas, con los Picos de Europa al fondo. Es increíble como el hombre ha ganado terreno a la naturaleza salvaje, en una tarea de siglos, formando prados para el ganado en extensivo en pequeñas granjas. La imagen es insuperable. El olor a bosque y lluvia nos acompaña. Los últimos kilómetros son de una gran dureza para jinetes y caballos. Recalamos en la pequeña aldea de Lerones, tras otra jornada de 60 kilómetros. Para cenar nos acercamos a Potes donde disfrutamos de una buena carne de la tierra. Los caballos descansan en un corral junto a unas hermosas vacas cántabras.

Tercera jornada. Una ruta que se plantea inicialmente de 18 kilómetros se convierte en casi 30. Está claro que queda trabajo por hacer el marcaje y medición en el Camino Lebaniego. Alguno del grupo comenta que va a escribir a la Junta de Castilla y León para que se pongan las pilas. Hay que tener en cuenta que en el Camino Norte que viene desde San Vicente de la Barquera, el gobierno cántabro ha hecho un despliegue importante, como demuestra que los postes que marcan el Camino tienen hasta Wifi.

Basieda, Lomena, Yebas, Los Cos, Ubriezo, Piasca, Frama, todos los pueblos son auténticamente de postal. Algún tramo del recorrido vuelve a ser de gran dificultad y hay que hacerlo pie a tierra, con sumo cuidado. Paso por el mítico Potes y llegada a Santo Toribio de Liébana. Hemos llegado a buen puerto y nos volvemos a nuestros pueblos de Segovia con las alforjas llenas de emociones y aventura en mayúsculas. Nos toca descansar... Y preparar la siguiente.

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