Jose Antonio, Toño, vive en Sebúlcor desde hace 60 años. Fue uno de los pioneros de las rutas a caballo y el turismo ecuestre en nuestra provincia. Hoy en día continúa recorriendo y disfrutando a caballo las dunas de los pinares y hoces del Duratón.
Gracias por atender nuestra propuesta para hacer esta entrevista.
¿Como fueron tus inicios en el mundo equino?
Aprovechando el interés de la Asociación de caballistas del nordeste de Segovia en hacerme una entrevista sobre mis experiencias en el mundo de los caballos, he vuelto acordarme de mi abuelo Mariano, un gran jinete por lo que me han contado de él. Cuántas veces miraba una foto suya vestido de militar saltando con un caballo, no sé dónde fue a parar la foto. La casa te tocaron unas tías y creo que la tiraron junto con otras cosas. El último caballo que tuvo fue un caballo enganchado, quiero recordar que un percherón cruzado con español, alazán calzado con una estrella en la cara, se llamaba Lucero. Lo usaban para ir a vender cacharros y hacer fideos por los pueblos. Hasta los 3 o 4 años, la semana que mi madre tenía que ir a recoger resina, porque mis padres eran resineros, me dejaban a vivir en casa de mis abuelos y siempre contaban las lloraderas qué cogía, porque solo quería estar montado en el caballo, estaba pendiente de cuando le sacaban ha beber agua al pilón del corral, para que me pasearán en él. Creo recordar qué caballo lo vendieron cuando yo tenía seis o siete años. Mis otros abuelos tenían un burro Zamorano para ir al pinar. Lo bien que lo pasaba cuando se estacaban los burros en los rastrojos y vamos los chicos a por ellos al atardecer, que carreras echábamos. Al final quedó mi abuelo solo con la resina y yo le llevaba la comida con el burro, que se sabía de memoria el camino donde mi abuelo tenía el ropero, comida con él y otra vez para casa, unas cuantas veces me tocó venir andando detrás de él porque le gustaba tirarme por las orejas. Le caía muy bien el el nombre de Picardías.
Tenía 19 años cuando conseguí mi primer caballo, se llamaba Chiquito. Lo conseguí mediante un trueque. Se lo cambie a mi gran amigo Julio a cambio de sacarle la basura de las fosas de una granja de conejos, menuda paliza, pero mereció la pena. Chiquito era un caballo Serrano, muy domado, con el que cogí todavía más afición a este mundo. Siempre he sido un amante de la naturaleza, y sobre todo, el entorno tan espectacular donde vivo, el Parque Natural de las Hoces del Río Duratón. Con Chiquito encontré el compañero perfecto para recorrer las muchas rutas que ofrece el Parque. Junto con el y otro amigo, un perro que de cachorro lo llevábamos sobre su grupa, pase una de las etapas más bonitas de mi vida. Cuando Chiquito murió, lo llevamos al pinar para que lo comieron los buitres. En 3 días el perro no aparecio por casa, fui a buscarle y le encontré junto al cadáver del caballo, hasta que no lo enterramos no volvió a casa.
Por aquel tiempo solía juntarme con mi amigo Julio, que tenía una yegua y también mucha aficción. Hizo unas cuadras para preparar caballos para salto, aprovechando la experiencia de un jinete que vino a vivir al pueblo. Se llama Francisco Martín "Curro", su madre tenía una tienda de hípica en Torrecaballeros. De lo último que se de él, es que todavía sigue entrenando caballos de salto. De Curro aprendimos mucho, sobre todo cómo desbrabar potros.
¿Como fue tu experiencia con la rutas a caballo?
Cuando Curro se fue, a Julio se le ocurrió coger un lote de caballos, unos domados y otros cerriles para hacer rutas guiadas por el Parque Natural. A mi, me encantó poder ayudarle, y siempre hacía lo posible por acompañarle, además Julio me regaló un caballo, un potro cerril que recogimos de la sierra. Mis conocimientos del medio y los relatos de las historias sobre todo del convento de Nuestra Señora de los Ángeles de la Hoz te daban a las rutas un valor añadido.
Además de las rutas típicas que se hacían, que que duraban unas 3 horas, Julio también se especializó en organizar rutas de día completo y de dos o tres días, algunas veces con clientes extranjeros. De estas rutas aprendí sobre todo, las posibilidades que tienen los caballos cómo vehículos de aventura. También aprendí mucho de como Julio preparaba estas rutas, buscando itinerarios, lugares para la intendencia, recintos para los caballos y hoteles para los clientes. Estas rutas eran las que a mí más me gustaban, por eso, vez al año, junto con cuatro amigos, estuvimos durante unos años juntandonos para hacer las rutas con un poco más de aventura. La idea era esperar a que saliera la luna llena. Montábamos 4 o 5 horas por la noche, normalmente hasta el punto donde teníamos montado en campamento dónde dormiamos en sacos de dormir al lado de los caballos. Todavía me acuerdo lo bien que lo pasábamos sobre todo porque no tenía que ir mirando al reloj, ni teniendo un punto fijo dónde comer y sin ninguna prisa porque nadie nos esperaba. Tanto me encantó el mundo del turismo que decidí embarcarme en un proyecto de turismo rural y activo, tocando un poco toda la oferta alojamiento restauración y actividades. El alojamiento consistía en unas dependencias qué se asemejaban a unas cuadras, con puertas partidas y que daban a un patio de caballos.
¿En que consistía tu producto?
Ofrecia paquetes de actividades con alojamiento y también con comida, principalmente lechazo asado. Compré un carro y una yegua percherona para hacer rutas acompañadas de caballos y funcionó bastante bien. El alojamiento le ofrecía en alquiler completo. Venian sobre todo en grupos con niños. Los que no querían ir en carro iban andando haciendo senderismo y también tenían la posibilidad en algún momento, de subirse a un caballo, aunque solo fuera para la foto. A mí se me ocurrió que podía venir gente con sus propios caballos, por eso me puse en contacto con clubes hípicos y picaderos del entorno, sobre todo de Madrid, Segovia y hasta de Toledo. Les ofrecía una ruta guiada y después comer cordero. De estas rutas hice una cuantas y me funcionaban bien. Para ello busqué un caballo para ir de guía, sobre todo que tuviera un buen tranco de paso. Después de probar varios caballos me hice con un potro de 3 años cruzado de tres sangres se llama Horus, me resultó bastante bueno, con el que todavía después de 19 años, continúo haciendo rutas. El negocio del turismo lo tuve que vender por la crisis del 2010, pero me quedé con dos yeguas el carro y el caballo.
Hoy en día, ¿sigues montando a caballo?
Con Horus sigo disfrutando de su compañía. El no tener que ir pendiente de los clientes me ha permitido estar más pendiente de los sentimientos hacia el caballo. Es difícil de explicar cómo llegas a conectar con un animal. Muchas veces sabía cuando estaba de buen o mal humor y sin guiarle con las riendas intuía donde íbamos a ir ese día. En esa época montaba casi todos los días. Me puede permitir montar sin castigo, solo con la cabezada de cuadra, ahora mismo por circunstancias y sobre todo por las prisas, todo el trabajo que qué hice de confianza lo he perdido y creo que por cierto abandono. Horus se ha revelado en mi contra y le cuesta responderme al bocado, además ha cogido querencia las cuadras. Por eso, yo creo que la doma a base de confianza y buen trato funciona mejor que eso de el sometimiento y el castigo. Bueno... y poco más, sigo montando siempre en busca de pequeñas aventuras. Una vez al año estoy deseando que pongan una fecha, para juntarme con unos buenos amigos y buenos jinetes para hacer una ruta de larga distancia y seguir valorando lo que nos aportan los caballos como vehículos y compañeros de aventuras.
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