Por segundo año consecutivo Yeguada Riaza organizaba una ruta de ida y vuelta en dos días, desde Riaza hasta el pueblo de Vellosillo (Sepúlveda). Doce jinetes se sumaron a la travesía.
Primera jornada
Comenzamos a aparejar los caballos desde primera hora de la tarde. Aunque había previsión de algún pequeño chubasco, al final no llovió. Hacía bastante calor pero algunas nubes daban un respiro.
Salimos de Riaza por el camino que llaman la M-40, una senda que cincunvala las urbanizaciones de la zona este y sur de Riaza. Tomamos rumbo oeste. Con gran orden, habitual en las rutas de la Yeguada Riaza, siguiendo una perfecta línea, fuimos abriendo y cerrando las puertas que dan acceso al denso monte de robles que llega hasta la carretera de Burgos.
En el grandioso paraje descubrimos que están rehaciendo parte de la antigua Cañada Real Soriana Occidental, el antiguo camino transhumante que cruzaba buena parte de la provincia de Segovia. En esta zona de bosque, estaba la antigua frontera entre el concejo de Sepúlveda y Riaza, dos pueblos que compitieron durante siglos por el negocio ganadero de la lana de oveja. Todo este conjunto de montes comunales, conocidos como Los Comunes, llegaban desde Ayllón por el nordeste y hasta Prádena por el suroeste, y formaban parte de la Comunidad de Villa y Tierra de Sepúlveda, explotados desde tiempos inmemoriales por los vecinos y un ejemplo de sostenibilidad y conservación.
Desde el río Serrano, en esta zona complemente seco, cruzamos la carretera 110 y subimos por un empinado cortafuegos hasta la cima del monte que abraza ambos lados del río, en el valle que llega hasta Castillejo. La vida salvaje abunda en esta zona, corzos y bandadas de perdices corren sorprendidos por el grupo de caballos. La vista panorámica del valle es espléndida. Desde la altura, el pueblo de Soto de Sepúlveda refleja la luz de sol y lo convierte en mágico.
Llegamos a Castillejo de Mesleón donde encontramos por primera vez en toda la ruta agua para poder abrevar los esforzados caballos. Pasamos la autopista y seguimos rumbo oeste. Entramos en la estepa. Pasamos Sotillo y el río Duratón, todavía con alguna poza de agua, pero con el cauce interrumpido por el estío.
Atravesamos el pueblo fantasma de La Fresneda, un leal despoblado, entre ruinas y relinchos de los potros que se crían allí. El cielo rojo y naranja de una segoviana puesta de sol nos acompaña en la recalada en el agraciado pueblo de Vellosillo. Barbacoa, risas y acampada.
Segunda jornada
El frescor del amanecer ayuda en la tarea de levantar el campamento y preparar a los caballos, arropados entre un numeroso grupo de vecinos entusiastas de los caballos y la épica de las rutas a caballo. Un buen desayuno y partimos.
Dirección este, siempre hacia el sol, que nos lleva hasta Duruelo. Varios vecinos salen a ver el grupo de caballistas y a indicarnos donde se puede encontrar agua. Seguimos la vera del río Duratón hasta Sotillo, teniendo que pasar varias vergueras. El intensivo entrenamiento de salto de los jinetes de la Yeguada Riaza es fácilmente apreciable, disfrutando en la sucesión de saltos en campo abierto que tiene que acometer el entusiasta grupo.
Catillejo de nuevo. Remontamos la ladera norte y ponemos rumbo a Soto Pinilla, donde nos espera agua fresca. Seguimos el monte de robles y pinos, hasta entrar en los prados comunales de Riaza, donde las apacibles vacas miran con curiosidad el firme conjunto de caballos. M-40 y vuelta a la Yeguada. A pesar del cansancio y el calor, todo el mundo sonríe. Ha sido un buena ruta. Aventura, naturaleza salvaje y leyenda.
A descansar a casa, que a varios les toca seguir montando por la tarde. Para algunos ha sido su iniciación en grandes rutas. Será difícil que olviden las sensaciones, el colorido, la hazaña, la pasión de viajar a caballo.